Intuición - conocimiento – reflexión. Mis caminos hacia Walter Benjamin. Historia de una amistad artístico-intelectual en seis etapas, narrada por Francesc Abad |
Voy a hacer algo que no he hecho nunca antes, es decir, hablar de mis trabajos inspirados por Walter Benjamin como trayectoria de mi experiencia personal, en primera persona. Quiero acordarme de las historias dentro y detrás de mis instalaciones, en su mayoría desaparecidas desde hace mucho tiempo. Me quedan algunas fotografías, algún vídeo, piezas sueltas, los catálogos descatalogados. Estamos hablando de nada menos que treinta años de “convivencia”. Siento la necesidad de detenerme, de mirar atrás y de contemplar en conjunto los proyectos que buscan de maneras muy distintas establecer una relación con el pensador alemán, a fin de cuentas imprescindible para mi trayectoria. Sólo ahora, en la retrospectiva, esta sucesión de acercamientos se me revela como un proceso y reconozco en él los caminos de mi experiencia. Intentaré desplegar las capas de una relación artístico-intelectual duradera que fue cambiando y profundizándose a lo largo de los años.
La primera vez que supe algo de Walter Benjamin fue en Marsella cuando estuve trabajando sobre los exiliados en la Zona Libre del sur de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Benjamin, como tantos que compartían su condición de fugitivo y expatriado, pasó semanas allí en espera de los visados que le habían de permitir la salida hacia los Estados Unidos. En aquel entonces, él me interesaba como persona porque formaba parte del mundo de los perdedores. Como mi familia. Mi padre estuvo internado en Argelès sur Mer y en Saint-Cyprien. Luego supe que Benjamin se había suicidado en Portbou cuando la policía franquista le impidió la entrada a España. A principios de los ochenta subí a Portbou y tomé fotos en el cementerio donde se había colocado una placa conmemorativa. Lo que me atrajo al principio fue un sentimiento, o sea la fuerte sensación de que Walter Benjamin tenía algo en común con mi biografía, con la historia de mi familia y de innumerables personas de mi país, o sea con esta historia callada que es la historia de las víctimas.
Parany (Trampa), 1986
Fue la primera instalación que hice pensando en Walter Benjamin.. El espacio del Col·legi d’aparelladors de Barcelona era tan pequeño que los espectadores tenían que entrar uno por uno, casi como para dar realidad física al título de la exposición que se llamaba Parany (Trampa). En una diminuta sala de 3 metros de largo y uno de ancho se encontraron cuatro apartados diferentes. Un grupo de elementos estaba conformado por ocho piezas de madera, todas ellas esculturas extraordinarias – tenían un aire de art deco. Las había comprado en una mercería de Terrassa que estaba a punto de cerrar. Los elementos habían servido esencialmente como percheros para colgar ropa interior, calcetines y cosas por el estilo. Pensándolo ahora, me viene a la cabeza la figura benjaminiana del flaneur y el motivo del coleccionismo.
Un segundo elemento consistía en un cartel grande que representaba un centenar de bombones de chocolate, todos diferentes, un muestrario de una empresa chocolatera conocida. Aunque proveniente de un mundo distinto de los percheros, este cartel hacía igualmente referencia al coleccionismo.
Como elemento central fungía un cristal enmarcado con una cita de Epicuro grabada en ácido: “Los sentimientos frente a la razón – la crítica frente a los mitos”. Mientras que la frase en el vidrio casi no era visible se leía bien su sombra reflejada en la pared. Me interesaba este fenómeno de la doble imagen y el hecho de que había una doble lectura como suele haber en casi todo.
En el otro lado se erguía la maqueta de un barco de vela. Una placa de metal rezaba “Walter Benjamin”. No había nada más de Benjamin. Aquí no pretendía entender su pensamiento, sus conceptos. Seguí un sentimiento que se mezclaba con todas estas cosas. El barco con su aire de velero corsario, que surcó los mares hace más de cuatro cientos años, representaba para mí el espíritu benjaminiano. Me entusiasmaron los percheros con su belleza sorprendente, preciosos portadores de recuerdos. Igual que el surtido de chocolatinas adquirieron – extraídos de su contexto – un nuevo significado. Me entusiasmaron cual imágenes, y sin saberlo entré en el mundo del flaneur y del coleccionismo tan esencial para Benjamin. Esta primera pieza era sobre todo un viaje fenomenológico, no estaba relacionada con el pensamiento. Por supuesto me refería a Walter Benjamin, pero hoy diría que me servía más bien como excusa. Se trataba de una propuesta filosófico-poética sobre la configuración del saber como viaje, de una reflexión sobre las trampas y engaños (opacidad – transparencia) que se encuentran en este recorrido. Era la invitación a seguir un itinerario interior que correspondía al espíritu vanguardista de lanzarse a lo desconocido para ir descubriendo. Como tal, la instalación constituía un homenaje a Walter Benjamin sin serlo expresamente.
¿Qué fue de todo eso? Un galerista compró la pieza. La galería cerró y ya no sé que pasó después. De la instalación no ha quedado absolutamente nada – lo cual ha ocurrido con bastante frecuencia con muchas cosas mías, como ya he señalado.
Welfare State o Els herois reals son morts (1987)
Esta instalación cuenta también entre las perdidas. Me parece importante subrayarlo porque tiene que ver con el hecho de que no pertenezco al mundo artístico en el cual se venden y compran las obras. En el Museo de Granollers tan sólo se conservan algunos elementos sueltos, como el letrero con la palabra “Welfare State” y un grabado con una cita de Karl Marx, extraída del ensayo El dieciocho Brumario de Louis Bonaparte al que W. Benjamin se refiere en el libro de los Pasajes (J 72 a, 4). Yo había encontrado la cita en una revista francesa, una de aquellas que solía leer entonces. Dice así: “Pasiones sin verdad, verdades sin pasiones, héroes sin heroísmo, (HELDEN OHNE HELDENTATEN), historia sin acontecimiento, desarrollo cuyo único impulso parece ser el calendario, fatigante por la repetición constante de las mismas tensiones, de las mismas distensiones, antagonismos que no parecen acicalarse periódicamente de ellos mismos que para poder embotar luego y desplomarse sin resolverse (...) Si jamás un período histórico fue pintado en gris es éste”. La instalación, que se presentó en l’Hospitalet (en la antigua fábrica textil de Tecla Sala) en el año 1987, pretendía ser una alegoría del Estado del Bienestar. La conformaron una gran barca, un reloj cucú, que funcionaba realmente, un machete estilo Rambo y unas gaviotas disecadas. El letrero “Welfare State”, hecho de vidrio negro, con letras blancas rebordeadas de una línea plateada, imitaba los letreros típicos de los antiguos comercios de Barcelona.
Por primera vez, la instalación tenía como objeto un viaje real, mejor dicho, la historia de una barca que hace un trayecto a la inversa, del agua a la fábrica. La barca en cuestión, una barca de pasajeros, estaba en el puerto de Barcelona, fuera de servicio. Su último viaje fue de mar a tierra. Todavía puedo evocar las imágenes: como se saca la barca del puerto con unas grúas enormes mientras un hombre dentro de la embarcación está vigilando que todo vaya bien; como se sube la barca a un camión y como el camión traviesa toda Barcelona hasta llegar a L’Hospitalet; como la barca está a punto de entrar en el edificio de la antigua fábrica, que más adelante sería el Centre d’ Art Tecla Sala; como dos grúas pequeñas con ruedas, la cogen y la giran para que entre de lado. Todo esto está filmado y se puede ver el vídeo en la página web de block W. B. http://www.blockwb.net/. Era un viaje reflexivo, una vuelta a la fábrica, el lugar de la producción. Sin embargo, también la fábrica perdió su significado original para adquirir uno nuevo. La instalación narra un final y un inicio, no se trata de recordar el pasado con melancolía. Podemos observar de nuevo la coincidencia del motivo del fordismo y de la cultura. Al mismo tiempo se trata de una reflexión crítica sobre el Estado del Bienestar. En el texto citado, Karl Marx compara los hombres con sombras que habían perdido su cuerpo. En alemán resulta muy bonito (“Menschen und Ereignisse erscheinen als umgekehrte Schlemihle, denen der Körper abhanden gekommen ist.”) Reconozco en ello mi motivo de la doble lectura, de cuerpo y sombra, opacidad y transparencia. Hay que decir que en el año 1987 el concepto del Estado del Bienestar era completamente nuevo. Justo se empezaba a hablar de ello y yo quería saber en qué consistía. Ahora que lo hemos tenido durante algunos años ya se está acabando.
Si la primera instalación Parany representaba un sentimiento, Welfare State representa un viaje como objeto y como reflexión crítica. Relaciono dicha reflexión con Walter Benjamin, especialmente con su crítica del Estado del Bienestar, y con la crítica social del Institut für Sozialforschung. El trabajo era más conceptual que el anterior.
Pensándolo bien, hoy en día sería imposible realizar semejante proyecto. No se obtendrían los permisos necesarios, ni dejarían salir una barca del puerto y, sobretodo, no se podría pagar todo lo que valdría hacer lo mismo ahora. Ni siquiera permitirían colocar unas gaviotas disecadas.
Un tema recurrente en mis trabajos es el de los mundos que se acaban, como ya se ha podido ver en el proyecto anterior. El viaje reflexivo de la barca en contra del sentido de su función práctica originaria plantea de nuevo ese tema. Y con respecto a mi interés por los mundos que se acaban Benjamin es un referente esencial.
Spuren (Huellas), 1988
La pieza Spuren (Huellas) es una de las pocas que no han desaparecido. Fue expuesta por primera vez en la Sala Parpalló de Valencia y se conserva en el Museo de Granollers. La integran la fotografía de una tumba anónima, junto con dos maletas negras. De antemano tengo que explicar que el título no proviene de Walter Benjamin sino de Ernst Bloch. Este último encabezó así una recopilación de reflexiones e historias breves que a manera de parábolas dejan abierta la interpretación de los textos, que plasman anécdotas del pasado medio olvidadas o sueños de un futuro no del todo articulados. En 1983, yo había realizado una instalación dedicada a Ernst Bloch, Kultur Zivilisation. Partiendo de estas “huellas” elegí un título proveniente de Bloch para dar nombre a una pieza sobre Walter Benjamin, todavía ignorando que ambos habían sido amigos. Era una intuición, nada más.
La foto de la tumba la tomé en el cementerio de Portbou. Alguien había depositado unas flores para dar más credibilidad a la leyenda que se trataba del lugar donde estaba enterrado Walter Benjamín, una leyenda divulgada durante algún tiempo. Sin embargo, era falsa. Las maletas negras crean una clara referencia a la maleta perdida que Benjamin cargaba durante su travesía de los Pirineos y que – según cuenta Lisa Fittko – contenía manuscritos a los que daba más importancia que a su vida misma. Aunque , en realidad, eran maletas mías que utilizaba cuando trabajaba como representante de una fábrica textil de Terrassa viajando por toda España. Son maletas de muestrario que se abren de par en par. Una inscripción hecha con yeso dice “Institut für Sozialforschung”, aludiendo al Instituto de Investigación Social dirigido por Max Horkheimer que durante el exilio tenía su sede en Nueva York y gracias al cual Walter Benjamin había obtenido el visado para los Estados Unidos. La inscripción hace pensar en las fronteras que Benjamin había de cruzar. En el dorso de cada una de las maletas está pegada una foto del cementerio de Portbou. Cintas blancas con rebordes azules las atan como para un viaje largo.
Con las maletas y la tumba anónima recupero de nuevo elementos de mundos que se han acabado. Están presentes los motivos de la memoria y del fordismo, tan recurrentes en mis proyectos. Mi experiencia personal del mundo industrial, representada por las maletas de mi trabajo, se mezcla con la biografía de Walter Benjamin y su MALETA con los manuscritos de su trabajo. Al menos ahora se me antoja verlo así: un encuentro de fordismo y cultura, de crítica del fordismo y reivindicación de la cultura. Cuando realicé Spuren ya tenía un cierto conocimiento de Walter Benjamin. Poco antes había terminado la instalación Blockhaus (Marsella, La Vielle Charité, 1988) que recopilaba imágenes y hechosde la así llamada Zona libre de la ciudad de Marseille donde Benjamin pasó camino al exilio. Sabía más de su vida, había leído algunos ensayos, pero de una manera muy suelta. De ningún modo me considero un especialista en Walter Benjamin. Me interesaba la Escuela de Frankfurt por su crítica de la razón instrumental, por su resistencia a la barbarie, por su reivindicación de la negación, por la importancia que atribuía al lenguaje y por su valor de decir no a la realidad dominante. Había leído algo de Th. W. Adorno, algo también de otros autores, pero principalmente había leído a Walter Benjamin. Y esta lectura empezó a dar sus primeros frutos, empezó a revelar las primeras pistas. En una revista francesa había encontrado un texto de Hanna Arendt en el que caracterizaba a Walter Benjamin como El pescador de perlas, un texto esencial. Llegué a obtener en copia los manuscritos de dos cartas de Walter Benjamin escritas en francés y dirigidas a Jean Ballard, director de la revista Cahiers du sud,que se editaba en Marsella. La primera carta, del octubre de 1939, fue enviada desde el campo de trabajo de Clos de St. Joseph en Nevers, donde Benjamin estuvo internado durante unas semanas. La segunda, del agosto de 1940, la escribió en Lourdes, un mes antes de su intento de huida fracasado. Poco a poco empecé a entrar plenamente en todo lo que concernía a Walter Benjamin. Spuren fue mi primer trabajo en el que utilicé la memoria y la experiencia personal junto con una experiencia cultural, siguiendo las huellas de ambas.
La línea de Portbou (1990-91)
Esta instalación se inscribía en todo el complejo de la historia del exilio que me tenía ocupado y pretendía entrar a fondo en la última experiencia de Walter Benjamin como refugiado, su último pasaje. Los elementos evocaban los lugares de la huida, la última frontera insuperable, la ciudad trampa de Portbou: en un espacio grande, una lona arrugada de plástico azul simulaba las olas del mar que se había de cruzar para llegar al exilio; un puente de madera con una barrera y una garita de vigilancia representaban la frontera y el poder; de las paredes colgaban grandes fotografías de los Pirineos y sobrepuestas unas placas de metal con conceptos benjaminianos; vitrinas con diversos objetos así como una parte audiovisual completaron la composición. Previamente había filmado el camino por la montaña.
Tengo que decir que el proyecto era bastante complejo. En aquel momento ya disponía de conocimientos más profundos de la trayectoria y de la experiencia humana de Walter Benjamin. Me pregunté de dónde venía y a dónde iba, por qué se había ido de Frankfurt, qué había pasado – quería saber más de él y de las personas que lo habían conocido. Se trataba de ir más allá del sentimiento inicial que me había provocado la visita del cementerio de Portbou. Durante la investigación previa conocí a Rolf Tiedemann, entonces Director del Archivo Adorno en Frankfurt. Aún me acuerdo qué tan difícil era acceder al Archivo. Era necesario rellenar unas fichas y enviarlas. Luego decidían si te dejaban entrar. Obviamente, me dejaron. Y mucho más: Rolf Tiedemann escribió un texto para la exposición, titulado “Más allá de Auschwitz”, que luego se publicó en “El País”. También conocí a Elfriede Olbrich, la antigua secretaria de Th. W. Adorno, así como el edificio del Institut für Sozialforschung situado en la gran avenida de la Senckenberganlage donde trabajaron Horkheimer y Adorno antes y después de la guerra. Gracias a Elfriede Olbrich obtuve la cinta de uno de los cuentos infantiles narrados por Walter Benjamin y emitidos en la radio alemana en 1932. Se podía volver a escuchar en la exposición.
La línea de Portbou se presentó primero en la Capilla del Hospital de la Santa Creu de Barcelona (1990) y después en Alemania, en el Museo de la Historia de Frankfurt (1991). Era mi primera exposición en aquel país. A pesar de la importancia de Walter Benjamin, el proyecto se realizó casi sin presupuesto (también una constante en mi trabajo). Los gastos los asumía a título personal Joan Montcau de la empresa Croquis, uno de los montadores de exposiciones más prestigiados. Él construyó el puente y todos los elementos que configuraron la frontera. Yo mismo tomé las fotos de los Pirineos. Montadas en el paisaje se podían ver cinco placas de hierro con conceptos claves del pensamiento benjaminiano. Sin duda, su presencia en el paisaje resulta extraña. Pero yo me había hecho dos preguntas conjuntamente: Quería saber cuales eran los últimos paisajes que Walter Benjamin había visto y cuales eran sus conceptos destacados. Por supuesto elegí aquellos conceptos que para mí tenían un mayor interés. Pensando en cómo los podía reproducir se me ocurrió el libro Einbahnstraβe [Calle de sentido único, 1928], tan remarcable en muchos sentidos, y la imagen de unos letreros de calle. Entonces busqué en Alemania un taller especializado en este tipo de letreros, los mandé hacer allí y sin escatimar gastos me los hice enviar. Me parecía importante que tuvieran la misma caligrafía y el mismo esmalte azul que los letreros de la época de Walter Benjamin. Además, hice grabar una placa con uno de los pseudónimos de Walter Benjamin, Detlef Holz – una especie de monumento ficticio.
No desvelo ningún secreto si digo que toda la instalación representaba en cierto modo una biografía inventada. A mí me interesan los símbolos, la iconografía. No soy ni historiador ni documentalista. Otro elemento más bien simbólico lo constituyeron cuatro tampones de tinta como se utilizan en las oficinas con citas de las tesis Sobre el concepto de historia y de otros ensayos. Pretendían señalar el carácter útil y reutilizable de estos textos. Por cierto, los tampones de tinta jugaban otra vez con la duplicidad de la lectura: negativo y positivo – transparencia y sombra – cara y cruz. Había un cuaderno de tapa dura y formato grande compuesto de manuscritos de Walter Benjamin y fotografías de Portbou. Acercándose, uno podía notar que siempre se repetían las mismas páginas. Eso se debe a que no tenía el derecho a publicar más manuscritos que aquellos dos o tres reproducidos. Por lo tanto recurrí al engaño de las copias múltiples para poder inventarme el cuaderno.
Desde entonces ha trascurrido mucho tiempo, 23 años para ser exacto. Sin embargo, tengo muy presente la ilusión y la valentía que eran necesarios para llevar a cabo este proyecto. He conservado tres elementos: el cuaderno, los tampones de tinta y los letreros metálicos. Todo lo demás lo doné a una asociación llamada Can Revifa, formada por parados que se dedicaban al reciclaje cuando este concepto apenas empezaba a despuntar.
block W.B. La idea de un pensamiento que crea imágenes(2006)
En el quinto proyecto que quiero presentar en esta retrospectiva busqué definitivamente el diálogo con los conceptos de Walter Benjamin. block W.B. se inauguró en 2006 en la planta superior del Museo de Granollers. Estuve trabajando en ello con un equipo durante varios meses, era un auténtico taller, un work in progress. Ideas tan benjaminianas como el fragmento, la cita, el proceso abierto constituían principios metodológicos de su realización. Por supuesto, la instalación ya no existe, solamente se conservan los vídeos y la documentación en la página web ya mencionada http://www.blockwb.net/.
El concepto central y la estructura los había encontrado en las 18 tesis Sobre el concepto de historia. A ellas correspondían 18 ordenadores con recopilaciones del fondo de mi obra, directa- o indirectamente vinculada con la figura y la filosofía de Walter Benjamin. El material archivado en cada ordenador estaba relacionado con una frase clave de dichas tesis. Los grupos del material recopilado se organizaron según conceptos: memoria y olvido, el tiempo, la fragilidad del pasado, huellas, pasajes, la historia de las víctimas, dolor, civilización y barbarie, crítica del progreso y transgresión utópica – conceptos en los que mi reflexión artística se cruzaba con el pensamiento de Walter Benjamin. Se trataba de releer y repensar todo aquello a la luz del presente.
Las tesis Sobre el concepto de historia, el último texto en el que Benjamin estuvo trabajando, tienen un gran significado para mí porque ofrecen una teoría de la memoria histórica muy cercana a mi empeño de recuperar la historia silenciada y olvidada, pues explican la construcción de la Historia desde la perspectiva de las víctimas. En este sentido están estrechamente relacionadas con mis proyectos.
En la instalación de Granollers,los ordenadores estaban dispuestos en una mesa larga que se curvaba en forma de espiral. Esta forma tenía mucho que ver con mi memoria personal, por ejemplo con la imagen de una piel de naranja cortada en forma de espiral, que en mi infancia se solía secar al sol para luego preparar una tisana. Otro recuerdo vinculado a la espiral es el del roscón de milhojas, comida habitual de los domingos. Al mismo tiempo, la espiral en su variedad de laberinto constituye una figura de experiencia sumamente importante en el pensamiento de Walter Benjamin. Él dice que el laberinto es la patria de aquellos que dudan. La espiral se caracteriza por ser una forma abierta en la que puede entrar un soplo de aire desde fuera. Lo que hay dentro puede ser contaminado por el exterior y puede salir. Estoy pensando en lo otro que entra en contacto con mi trabajo. La espiral representa una forma de experiencia no lineal, es indeterminista, es extraordinaria. Se encuentra en el caracol, en la huella dactilar y en muchas cosas más. Me atrae estéticamente y me interesa mucho.
En 2008, el Institut Ramon Llull, en colaboración con el Instituto Cervantes, me ofreció la posibilidad de presentar la instalación block W.B. en Berlín. Para la ocasión esbocé un cartel utilizando como fondo un mapa de la ciudad de Berlín en el que inserté algunos dibujos de Walter Benjamin. Pensando en el ensayo de Hanna Arendt que retrata a Walter Benjamin como “Pescador de perlas” indiqué mediante perlas los lugares donde Benjamin había vivido o estudiado. En su superficie brillante las perlas reflejaban las fachadas de los edificios que se encuentran actualmente en estos sitios. Tengo muy presente una frase que Hanna Arendt cita de Calle de dirección única: “En mi trabajo las citas son salteadores de caminos que irrumpen armados y despojan de sus convicciones al ocioso paseante.” Algo así quisiera conseguir también con mi trabajo.
Mirándola ahora en su conjunto me parece que la pieza block W.B. constituye una reflexión amplia, profunda y contundente sobre el pensamiento benjaminiano y su relación con mis proyectos.
Mummerehlen (2012)
En el último proyecto dedicado a Walter Benjamin no trabajé sobre sus textos sino sobre sus dibujos. Me da la impresión que con eso Benjamin y yo finalmente hemos llegado a una cierta igualdad de condiciones. Aquí vemos una de las cinco hojas que componen el ciclo Correspondencias. La serie toma comopunto de partida cinco manuscritos de Walter Benjamin aún no publicados (elegidos entre una serie de manuscritos ofrecidos por el Archivo Walter Benjamin en la Akademie der Schönen Künste Berlin, gracias a la cooperación de su director Erdmut Wizisla). Mi intención era concluir mi diálogo con Walter Benjamin mediante un trabajo sobre sus dibujos. Me atraen desde hace tiempo y me parecen constituir una vertiente del “pensamiento que crea imágenes” que no podía dejar de lado.
En el fondo, la pieza Mummerehlen es muy clara. Se refiere al puente que aparece en el manuscrito 1367. Muchos manuscritos de Walter Benjamin contienen dibujos sin que se sepa por qué el autor los hizo. A mí se me antoja bastante normal que uno dibuje algo cuando tiene un lápiz en la mano. El resultado suelen ser laberintos. Pero el puente tan bien trazado al lado de un texto que no tiene nada que ver resulta especialmente absurdo. En los demás manuscritos elegidos por mí es más fácil relacionar una cosa con la otra. Aquí, en cambio, no se percibe ningún vínculo, lo cual me parece extraordinario. Normalmente, la gente busca una relación causa-efecto, sin embargo en este caso se pierde. Entonces pensé que tenía que corresponder al sentimiento de sorpresa provocado por el manuscrito. Hice algo sencillo, algo que tiene que ver con una experiencia personal reciente. La voy a contar. Tuve la posibilidad de vivir un tiempo en Albons, un pueblo del Baix Empordà. Allí podía contemplar a lo largo de dos años un paisaje con todas sus modificaciones, cosa que no había experimentado nunca antes. Curiosamente, justo delante de nuestra casa había una farola. Resultaba bastante inesperado encontrarse con una farola en medio del paisaje – tan inesperado como toparse con el puente en el manuscrito de Walter Benjamin. Por eso decidí incorporar la farola en el proyecto. Quería narrar la historia de la farola y la documenté en una serie de fotos. Durante dos años tomé muchos fotos de este paisaje. La luz se enciende y se apaga. Se hace de noche y se hace de día. Pájaros se sientan encima de la farola, incluso una lechuza – Minerva – se acerca y mira. Todo esto era sorprendente. Por supuesto, llegar a verlo precisaba una observación constante. Considero que un aspecto del arte consiste en observar qué elemento, por absurdo que parezca, puede servir como tema central en el trabajo que uno está desarrollando.
Asocié el dibujo del puente inconexo con la palabra imaginaria de “Mummerehlen” porque ésta también es producto de una desconexión. Tal como narra Walter Benjamin en su libro autobiográfico Infancia en Berlín hacia el mil novecientos, el niño no entendió bien el nombre de una anciana mencionada en un verso infantil (die Muhme Rehlen). El malentendido dio pie a una creación lingüística. Con sus nombres inventados el niño interpretaba la realidad de una manera que le brindaba la posibilidad de formar parte de ella. Me llama la atención que la mala interpretación sirve como fuente para la creación de algo nuevo. Esta observación puede servir como punto de partida. El pensamiento es como una “Dämmerung” [alba y crepúsculo], un lapso, un tiempo de traspaso donde algo se acaba y otra cosa comienza, un pasaje. Lo que hay en medio puede ser un puente, para mí puede ser la Minerva de la farola y para otra persona otra cosa.
Por eso me gustan las cosas que producen extrañamiento, como el teatro de Brecht, como las piezas bailadas de Pina Bausch; me gustan precisamente por sus momentos absurdos. Un actor no es solamente actor, una bailarina no es solamente una bailarina – son mil cosas más. No me atrae el concepto de la mimesis. Mi reto es la creación de algo nuevo. A pesar de todo, quiero pensar que se pueden encontrar cosas nuevas y que soy capaz de ello. En 1972 me marché a los Estados Unidos porque estaba buscando algo nuevo. Me intriga lo que todavía no existe, quiero escrutar el horizonte de lo posible. De aquí el interés por Ernst Bloch, al que estoy dedicando otro proyecto.
A lo largo de los años mi relación con Walter Benjamin ha ido cambiando. A veces lo he tenido muy cerca, a veces algo menos. A veces lo veo en un paisaje, a veces se impone el recuerdo del hombre desafortunado al que pasó lo que todos sabemos: que murió sin que nadie le hiciera caso. Con el tiempo le he cobrado cariño, se ha convertido en un miembro de la familia. He encontrado en él un amigo de toda la vida y siempre está invitado a sentarse en mi mesa. |
Transcripción de Claudia Kalász, basada en una |
El texto representa la versión completa de una retrospectiva publicada en el nº 6, Julio/Agosto 2014, de la revista “La Maleta de Portbou” (http://www.lamaletadeportbou.com/). Allí mismo se encuentran todas las ilustraciones de las obras comentadas en el texto. |
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